lunes, 9 de agosto de 2010

detalles.

Acuarela sobre doble faz. 
(Algún día me compraré Fabriano, i promise)


Detalles
          “Azul”, dijiste y lo primero que se me vino a la mente es ese caballo feo que tienes en la casa.
          “El cielo estaba muy azul el día que nos conocimos”, soltaste descuidadamente antes de cerrar el libro.
          Me sorprendí. Nunca pensé que recordarías un detalle así, te creí muy ebrio para hacerlo, si sobrio no recordaste mi nombre por meses.
          Esa poca retención tuya era lo que más me molestaba. Porque yo ya te había visto antes y lo sabía todo sobre ti: tu nombre, tu cara, tu voz, tus miradas y esa manía tuya de escribirle algo a cada cigarro que (afortunado) se consumía entre tus labios.
          Te pregunté por qué un día y dijiste que lo que no querías olvidar, te lo fumabas. Así de simple.
          Fue esa vez, que te vi distraídamente escribiendo mi nombre (el mío, ningún otro) en el pucho que te fumaste, que me vi enamorado de ti hasta las patas y todo por esa estúpida y frágil memoria tuya.
          “¿Y qué con el cielo?”, te dije, a modo que continuaras iluminándome con ese recuerdo.
          “Es que era el mismo azul de ese caballo que tengo en casa”.